El viento helado del invierno enfrió tanto sus manos que ya no podía sentirlas. No estaba acostumbrado a tan extremoso clima. Si estaba en aquel lugar tan alejado del que ahora era su hogar era porque quería saber la verdad.
Esta ciudad de inhóspito clima era el que lo había visto nacer según le había dicho la bonita muchacha que le había atendido en aquellas grandes y cristalinas oficinas en las que había pedido información pues le había llegado una notificación de la muerte de un familiar suyo, el cual le había dejado parte de su herencia. Cuando vio el nombre no le resultó ni mínimamente familiar, pensó que sería un error, pero apenas un par de días después una mujer le había hablado confirmando los hechos y diciendo algo acerca de una hermana.
¡El no tenía hermanas! O en su defecto había creído eso por veinte años. Sus padres habían muerto hacía poco, así que por ese lado no podía averiguar nada. Después de preguntar aquí y allá le habían dado esa dirección en esta gélida localidad. Observó el papel preguntándose con qué se encontraría al llegar. Todo le parecía un tanto difícil de creer, pero en esta vida todo era posible, pensó mientras dejaba escapar un suspiro.
Se detuvo en un cruce de caminos tratando ubicarse aunque todo le era completamente desconocido. Estuvo allí un par de minutos bajo la luz de una lámpara que le recordaba a las que había en el parque de su ciudad. La noche le había alcanzado un par de horas antes sin que pudiese evitarlo, sus cabellos castaños apenas y asomaban por la capucha de la chamarra. Acercó las manos a sus labios y sopló intentando calentarlas. De pronto vio a un gato llegar hasta donde estaba, le maulló débilmente y él lo levantó en brazos acariciándole. Tal vez con su espeso pelaje pudiese aminorar el frío que estaba congelándole hasta los huesos.
Los felinos eran increíbles, pensó, pues tenían aquel sistema de nivelación de temperatura tan eficaz que les permitía soportar estar en lugares como ese o en calurosos territorios. Algunos años antes había tenido uno de mascota, regalo de un amigo suyo, negro y con ojos azules de un color intenso. Era bastante curioso y al no tener mucha compañía normalmente había terminado por encariñarse rápidamente. El minino solía seguirle mientras estaba dando vueltas por la casa, pero cuando le veía trabajar en la computadora, parecía no agradarle la idea de que no le prestara mucha atención y se echaba sobre el teclado o el mouse impidiéndole hacer las mezclas de música para la banda a la que pertenecía. Él tocaba la guitarra y el teclado, producto de la insistencia de sus padres de tenerle ocupado todo el tiempo cuando era un niño.
Después, cuando hizo aquellas amistades y terminaron formando el grupo tuvo que agradecerlo. Ahora que lo pensaba, pronto tendrían una presentación en uno de los sitios más concurridos del suburbio en donde vivía, sin embargo se había tomado esos días antes de los ensayos generales debido a la situación que se le había presentado.
Suspiró nuevamente antes de agacharse para dejar al felino, que se marchó regresando sobre sus pasos, lo hizo casi de mala gana porque no quería soltarlo aún. Aquella nota le decía que su destino no estaba muy lejos del área donde estaba parado ahora.
Quería llegar y pedir una humeante taza de chocolate caliente a quien le abriese la puerta, aunque no sabía si se atrevería a hacerlo. Caminó deteniéndose frente a una cerca de madera, la construcción era del mismo material y era relativamente pequeña, pudo vislumbrar por las ventanas, a través de las cortinas semitransparentes las luces que en el interior estaban encendidas. Avanzó hasta quedar frente a la puerta y antes de tocar vio con sumo cuidado los números dorados que tenía enfrente, asegurándose de estar en el lugar correcto. Después de un breve momento dejó que sus nudillos golpearán sin mucha fuerza la madera labrada.
Hola, como estás?...raro que comente aquí :S pero pues según ahora si le voy a meter más ganas a mi blog... :D no vemos
ResponderEliminarehh ._. yo no he hecho nada @_@ me pondré a ver qué pongo xD
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